Una situación conflictiva suele ser aquella en la que se puede ver en peligro la sensibilidad de alguna de las partes (conflicto interpersonal), o aquella a la que nos cuesta enfrentarnos (conflicto intrapersonal). Suelen resultar conflictivas situaciones que precisan que expresemos sentimientos negativos, opiniones contrarias, cuando tenemos que hacer o recibir críticas, hacer peticiones o decir que “no”. En estas ocasiones necesitamos conseguir nuestro objetivo, sin que se deteriore la relación con la otra parte y el control de nuestras emociones.
La asertividad ha demostrado ser la mejor herramienta de comunicación para manejar con éxito situaciones conflictivas. Como estrategia y estilo de comunicación, la asertividad se diferencia y se sitúa en un punto intermedio entre otras dos conductas polares y no asertivas: la agresividad y la pasividad. Suele definirse como un comportamiento para la comunicación madura en el cual la persona no agrede ni se somete a la voluntad de otras personas, sino que manifiesta sus convicciones y defiende sus derechos.
La asertividad además de ser una conducta de las personas, es también una forma de expresión consciente, congruente, clara, directa y equilibrada. Tiene como finalidad comunicar nuestras ideas y sentimientos o defender nuestros legítimos derechos sin la intención de herir o perjudicar, actuando desde un estado interior de autoconfianza, al margen del estrés, la ansiedad, la culpa o la rabia.
La gestión eficaz de situaciones y personas conflictivas requiere también de estrategias adecuadas que nos permitan tener a raya el estrés, reduciendo los niveles de ansiedad que nos impidan mantener la atención y la concentración necesarias para dar respuestas certeras.
Potenciar habilidades de comunicación, para aumentar la capacidad de influir, incluso en situaciones delicadas y/o conflictivas, a través del conocimiento de uno mismo, para actuar con seguridad y confianza, libres de estrés.